Nada nos enfurece más que sentarse y escuchar música de elevador en el teléfono mientras esperamos a que nos ayuden, sólo para descubrir cuando hablamos con una persona verdadera que no pueden ayudarnos. Dios no habla precisamente en el tiempo y de la manera que nosotros quisiéramos. Pero de todos modos en esas situaciones, necesitamos tener valor de confiar en Él.