Hay personas que creen que no son pecadores, y otros que creen que han pecado demasiado y no pueden ser salvos. Una vez que reconocemos que hemos pecado, el siguiente paso es darnos cuenta que la redención de Dios es gratuita. No lo podemos ganar ni podemos trabajar por ello. Si no fuera así, no sería un obsequio, y por lo tanto, no sería gracia.