Jesús fue un bebé como todos. Fue como usted y como yo. No había nada que lo hubiera distinguido de nosotros, excepto el hecho de que, si hubiéramos estado cerca de él y hubiéramos presenciado su vida, hubiéramos comprendido que no pecó. Esto lo hubiera hecho nada ordinario, comparado conmigo y con ustedes. El misterio de la piedad: Cristo haciéndose hombre.