Oí algo que usted talvez no haya pensado. Hay una clase de persona en la tierra que nunca miente, nunca exagera, nunca critica, y nunca fanfarronea. ¿Quién es esa persona? Es la persona que nunca habla. Ahora bien, he usado ese ejemplo imposible para recalcar este punto. Mientras más hablamos, mayor es la probabilidad de que diremos algo que lamentaremos. Ese es también un principio de las Escrituras.

Proverbios dice que en la multitud de palabras no falta el pecado. La carta de Santiago nos dice que seamos lentos para hablar. Conquistar el impulso de hablar exige dominio propio, fruto del Espíritu Santo.

Le habla David Jeremiah animándole a que tome el camino a una vida nueva. Descubra el don de Dios de habla edificante . . . en su Minuto en la Biblia.