La sospecha nos priva de nuestra paz, nos arrebata nuestra intimidad, y destruye nuestra confianza en otra persona. Tan solo una brizna de algo llamado evidencia, un rumor o chisme al viento, puede hacer que nuestra mente produzca las peores especulaciones.
A menos que uno tenga certeza de aquello de que se sospecha, en cuyo caso la conversación sincera es necesaria, la sospecha viola un principio clave del amor, según lo expresa Pablo en Primera a los Corintios trece: El amor todo lo cree. El amor piensa lo mejor, no lo peor, de otros. El amor siempre concede el beneficio de la duda.
Le habla David Jeremiah animándole a que tome el camino a una vida nueva. Descubra las maneras de Dios para enfrentar la sospecha . . . en su Minuto en la Biblia.