Un conocido político estadounidense, y rico, hace poco dijo en una entrevista: “Les digo que si hay un Dios, cuando llegue al cielo no tendré que detenerme para que me interroguen. Entraré pisando firme. Me he ganado mi lugar en el cielo. Ni siquiera cerca.” Sonreía cuando lo dijo, pero dio la impresión de que lo decía en serio.
¿Tenía razón él? ¿Nos ganamos el cielo con nuestra filantropía y buenas obras? No de acuerdo a Efesios dos, ocho y nueve. Esos versículos dicen que nuestra salvación es una dádiva de Dios, y no es por obras, “para que nadie se gloríe.”
Le habla David Jeremiah animándole a que tome el camino a una vida nueva. Descubra el plan de Dios para la salvación . . . en su Minuto en la Biblia.