
El presbiteriano escocés Robert Baillie se enteró en 1684 de que sería colgado por su fe y luego arrastrado, y descuartizado, con sus manos y cabeza clavadas a un puente local. Refiriéndose a Filipenses 3:20-21, Baillie contestó: «Podrán cortar y descuartizar mi cuerpo como les plazca, pero estoy seguro de que nada se perderá, porque todos mis miembros serán juntados y hechos como el glorioso cuerpo de Cristo».
En la resurrección, los cuerpos de los cristianos serán elevados y transformados a semejanza del cuerpo resucitado de nuestro Señor. Cuando Jesús resucitó en Pascuas, poseía un cuerpo que era el modelo de los que nosotros tendremos por toda la eternidad.
Algunas cosas del cuerpo glorificado de Jesús eran similares a las que tenía antes de morir. Él se asemejaba a sí mismo; podía beber y comer; podía ser tocado. Aunque podía atravesar paredes y se aparecía en diferentes lugares sin viajar de una forma conocida, su cuerpo transformado no envejecía, ni tampoco se enfermaba ni moría.
Si está luchando contra dolores y penas, o si está afligido por una enfermedad o dolencia, consuélese. Algún día tendrá un cuerpo como el de él.
